El realismo ¿es sinónimo de calidad?
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Potencia Gráfica y Realismo
Con la mejora de las plataformas de juego, la potencia gráfica es cada vez superior. Y la capacidad para reproducir la realidad es cada vez más grande.
Para mucha gente, el arte es mejor cuanto más similar sea a la realidad. Es más fácil que se alabe un cuadro que es casi fotográfico, ya que podemos ver la similitud con lo que conocemos y, por tanto, llama nuestra atención más rápidamente. Cualquier desviación de ese punto se considera una obra inferior, más rara, trivial o, directamente, infantil. Con los gráficos de los juegos pasa lo mismo.
Dejando de lado polémicas de las últimas novedades con respecto a la IA, gracias a estas ya son cada vez más los casos en que debemos plantearnos seriamente si esa imagen o vídeo es real o no. Los deepfakes y la edición están al alcance de cualquiera, ahora más que nunca.
Los nuevos motores gráficos como el Unreal Engine 5 han dado un salto evolutivo enorme. Las nuevas tarjetas gráficas nos permiten ver una iluminación mucho más real. La incorporación de muchos más profesionales en cada proyecto pule cada aspecto que todavía parece artificial, resultando en casos como la desaparición del valle inquietante en los rostros humanos.
Por ello, muchos nos encontramos entornando los ojos y frunciendo el ceño para ver si puede ser real lo que acabamos de ver. Incluso hace poco, el desarrollador de un videojuego shooter tuvo que aportar pruebas para demostrar que su juego no era un video real simulando un videojuego.
No todo es visual
Pero, cuando pensamos en un videojuego, el realismo no es simplemente que se vea real si no que lo parezca. De poco sirve hacer que nuestro personaje parezca real si después se va a mover por unas escaleras como si patinara sobre ellas. O que explote una puerta y no se mueva el jarrón que está a su lado. Las físicas también son importantes para alcanzar ese objetivo, aunque a veces sean excesivas, como fue el caso de Red Dead Redemption 2, en el que los testículos de los caballos colgaban más o menos en función del clima de la zona que jugamos.
Es por eso que el tema del realismo ya se ha discutido años atrás con la creación de diferentes categorías en las que dividir los juegos: simuladores o arcades.
Los simuladores siempre buscarán el hiperrealismo, incrementando más y más los detalles que lo acerquen a la realidad.
Aquí tenemos al archiconocido Flight Simulator de Microsoft, reproduciendo al detalle todos las ciudades y aeropuertos del mundo. Y el cual genera entusiastas que montan extraordinarios equipos de hardware y periféricos para sentirse todavía más cerca de la experiencia real de pilotar un avión.
En cambio, los arcades declaran sin temor que saltarse un buen puñado de reglas gráficas será en pos de hacer una experiencia de juego, en la mayoría de casos, más abierta a todo el mundo. Poca gente pedirá que nuestros jugadores de un partido del FIFA estén más cansados en el minuto 90 que recién empezado el partido.
Aunque quizá este no sea el mejor de los ejemplos, ya que los videojuegos deportivos cruzan constantemente la línea entre el simulador y el arcade, haciendo que, efectivamente, nuestros jugadores estén más cansados con el paso de los minutos.
Por todo ello, a veces es necesario ver si compensa ese objetivo constante de cuotas gráficas superiores, ya que probablemente nos acostumbremos en poco tiempo a ellas y los estándares destaquen más por la calidad gráfica que por la propia experiencia de juego.
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